UN ALEPH NUMERARIO
En el principio fue el verbo y la nada. Entonces el verbo creó el universo y en él diseñó al hombre a imagen y semejanza de los números.
Los hizo fundamentales, pues sin su existencia nada de lo creado tendría sentido y el verbo moriría de puro aburrimiento.
Los hizo naturales, sin artificios, para que los demás vieran que lo que se ve de ellos es lo que hay en ellos. Los hizo primos, que solo se sirven a sí mismos y se les puede engañar con facilidad; compuestos, que pueden compartirse con los demás porque se dividen fácilmente; perfectos, tan amigos de sí mismos que resultan insoportables; enteros, sin fisuras, de convicciones fuertes y de ánimo inquebrantable; pares, que solo pueden vivir en pareja e impares a los que les gusta la soledad…o los tríos.
Los hizo positivos, para repartir optimismo, sobre todo entre los negativos, cuya única aspiración es ser tristes y pesimistas.
Los hizo vacíos, sin nada que fluya o habite en su interior, como el cero; racionales, que utilizan el intelecto para reflexionar y saben que forman parte de algo mayor; irracionales para que vivan de las emociones y los instintos; impulsivos y difíciles de definir; periódicos, cuya manera de vivir es repetirse eternamente y trascendentes para vivir más allá del conocimiento habitual, en un estado de perpetua iluminación.
Los hizo hiperreales, tan reales que parecen falsos; complejos, a los que definir es tarea imposible pues enseñan al mundo su parte real y esconden todo un mundo imaginario por descubrir; infinitesimales, tan pequeños que son insignificantes; o eso se creen; transfinitos, mucho mayores de lo que es conocido de manera natural e infinitos, para cuando llegue la muerte y les transforme en eternidad.
Entonces vio el verbo lo que había creado y se sintió satisfecho, pues los números le entretenían.
© Mardel
0 Respuestas to “Un aleph numerario”